MI CASA
Cuando tenía ocho años fui desafiado por mi maestra para describir ante mis compañeros, cómo era mi casa:
"Bueno, para entrar en mi casa es requisito indispensable el tener alas, porque la única entrada es por el gran ventanal que da al primer piso a la calle. La salida en cambio, es por una puerta común y corriente pues el living es demasiado angosto y no hay lugar para tomar el envión necesario que se requiere para el más modesto de los despegues. Tenemos también una mesa mágica."
A esa altura de mi exposición desaparecí del aula siguiendo a mi oreja izquierda, que había quedado atrapada entre el índice y el pulgar de la tierna mano de la señorita Dora.
¡Repítaselo ahora al Padre Rector! Coloqué mis orejas
a la misma altura, me alineé un poco y satisfice de inmediato el pedido:
"Bueno, para entrar en mi casa es requisito indispensable el tener alas...".
Tanto gustó
mi sencilla descripción, que tuve que repetirla frente a la psicopedagoga, a
tres monjas, al presidente de la cooperadora, al consejero escolar al cura
Antonio, y hasta a un policía que por ahí pasaba. Y todos coincidieron en que
debían acompañarme hasta mi casa, seguro que para conocerla, y además porque
querían hablar de no sé qué cosa con papá. Pero los pobres se tuvieron que
conformar con dialogar a gritos desde la vereda, porque para entrar en mi casa,
es requisito indispensable el tener alas... y por supuesto, ninguno de ellos
tenía unas.
Papá, mamá, Jesús y el niño Mondo en desacuerdo con el mundo (Foto de 1973) Si querés leer más relatos DALE CLICK AQUI y zambullite en el incómodo e incorrecto universo de "LAS CRONICAS MONDANAS". |